Comunicación Digital

junio 7, 2008

El lugar del periodismo

Filed under: Blogroll — santiagomoglia @ 8:06 pm
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Por Santiago Moglia

Una de las preguntas que con más frecuencia se hace públicamente el periodismo es para qué sirve, a quienes y de que manera. Esta pregunta se formula poniendo el foco en la figura del periodista, paradigma (al menos en su forma estandarizada y serializada) de la modernidad liberal si los hay, que en tanto individuo racional, libre y autónomo (en tanto modelo de individuo racional, libre y autónomo) se pregunta espontáneamente por su rol dentro de la sociedad.

Para entender la cuestión quizás no esté de más enfocarla desde otra perspectiva.

El diseño y la difusión masiva de productos periodísticos, como se sabe, ha estado desde el principio en manos privadas, y ha sido crecientemente centralizada por un grupo reducido de empresas cada vez más monopólicas. Si la figura del periodista es paradigmática respecto de la ideología liberal, la trayectoria histórica del periodismo lo es respecto del desarrollo del capitalismo.

El rol estructural de este periodista será, entonces, contribuir a la fabricación de productos que sean comercializables a gran escala, para lo cual deberá hacer una lectura atinada de las necesidades de su público y, en la medida de lo posible, modificarlas o crearle otras nuevas en tal o cual sentido que resulte especialmente redituable. Su función, la de generar divisas para sus empleadores a cambio de una parte de las mismas, al tiempo que promulga los valores morales de uso.

Todo lo cual parece estúpido de tan obvio, y lo sería de no ser porque cuando los propios periodistas definen su rol gustan de olvidarlo. Especialmente a quienes trabajan en radio, y más aún en televisión, les encanta hacer aparecer como su función dentro de la sociedad la de aquel personaje que se han construido (que, en lo sustancial, no difiere mucho de la de cualquier personaje de telenovela) y que es el que les permite venderle a un determinado público su producto. Así tenemos al periodista «comprometido» (el único creíble siempre y cuando se entienda que su compromiso es con las instituciones vigentes), al periodista «objetivo», el periodista «amigo», el periodista «juez». Lo más divertido del asunto es ver como los mismos actores asumen distintos personajes en distintos medios o a diferentes horarios, de acuerdo a las exigenciasde sus empleadores o de la mano invisible que mueve los hilos de su marioneta. Dejémonos de caretas y citemos lo que off the record constituye el slogan de estos mercenarios: «Nosotros no comemos caramelos, nosotros los fabricamos». La función del periodista con la camiseta de la empresa o de su profesión liberal tal como ésta existe hoy por hoy es, entonces, diseñar una realidad dispuesta para su consumo masivo: un espectáculo donde la violencia, el sexo y el dinero aparezcan combinados de todas las formas posibles pero sin el tradicional gusto a sangre que deja un buen cross a la mandíbula. Claro está que esto no es así para todos los que ejercen el periodismo. La función del periodismo no existe, porque no existe una sola manera de concebirlo y de practicarlo. Rodolfo Walsh, paradójicamente uno de los máximos referentes del periodismo argentino, decía estar obsesionado por la verdad, y no por la fabricación de caramelos. Ha habido y aún hay muchos que prosiguen en ese camino, aunque permanezcan en el anonimato, en un calabozo o en el fondo del Río de la Plata, envueltos en una bolsa de nylon.

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